Quiero imaginar el peregrinaje por Madrid del cartel "Liquido teatro" hasta llegar al Rastro. Habrá iniciado su recorrido en los antiguos teatros Martín, Arniches y Cómico, hasta que echaron el cierre y pasaron a convertirse en tiendas de todo a un euro, donde se saldan calzoncillos al estilo de los baratillos que se han abierto en la Gran Vía, a medida que han ido cerrando sus emblemáticos cines. Habrá estado, también, en la fachada del teatro Albéniz, hasta su cierre definitivo en 2009. Me temo que ese cartel va a durar poco en las escarpias de la tienda y va a seguir colgándose en más teatros... si nadie hace por remediarlo.
Copio, como ilustración de la primera foto, una fábula de Hartzenbusch:
Un pescador, vecino de Bilbao, cogió, yo no sé dónde, un bacalao. -¿Qué vas a hacer conmigo? (el pez le preguntó con voz llorosa.) Él respondió: Te llevaré a mi esposa: ella con pulcritud y ligereza te cortará del cuerpo la cabeza; negociaré después con un amigo, y si me da por ti maravedises, irás con él a recorrer países. -¡Sin cabeza! ¡Ay de mí! (gritó el pescado.) Y replicó el discreto vascongado: ¿Por esa pequeñez te desazonas? Pues hoy viajan así muchas personas.
Sin pretender echar leña al fuego de la polémica, yo creo que el marinero suplantador no tendría por qué molestarse, sólo porque le hayan llamado ingenuo. Ojalá pudiera decirse lo mismo de mí.
Bueno, tienen que mirarte, entonces sí que son fáciles.
RépondreSupprimerUn saludo
Quiero imaginar el peregrinaje por Madrid del cartel "Liquido teatro" hasta llegar al Rastro. Habrá iniciado su recorrido en los antiguos teatros Martín, Arniches y Cómico, hasta que echaron el cierre y pasaron a convertirse en tiendas de todo a un euro, donde se saldan calzoncillos al estilo de los baratillos que se han abierto en la Gran Vía, a medida que han ido cerrando sus emblemáticos cines. Habrá estado, también, en la fachada del teatro Albéniz, hasta su cierre definitivo en 2009. Me temo que ese cartel va a durar poco en las escarpias de la tienda y va a seguir colgándose en más teatros... si nadie hace por remediarlo.
RépondreSupprimerCopio, como ilustración de la primera foto, una fábula de Hartzenbusch:
RépondreSupprimerUn pescador, vecino de Bilbao,
cogió, yo no sé dónde, un bacalao.
-¿Qué vas a hacer conmigo?
(el pez le preguntó con voz llorosa.)
Él respondió: Te llevaré a mi esposa:
ella con pulcritud y ligereza
te cortará del cuerpo la cabeza;
negociaré después con un amigo,
y si me da por ti maravedises,
irás con él a recorrer países.
-¡Sin cabeza! ¡Ay de mí! (gritó el pescado.)
Y replicó el discreto vascongado:
¿Por esa pequeñez te desazonas?
Pues hoy viajan así muchas personas.
No es necesario que me dé la gracias por completar su bitácora con mis atinadas aportaciones, lo hago encantado.
RépondreSupprimerSe colocan esos 4 maniquíes en el Reina Sofía y ¡vengan exégesis!
RépondreSupprimerCreo que acabaré por tomar afecto a mi suplantador: ¡es tan, pero tan ingenuo!
RépondreSupprimer...¡Y yo soy tan, pero tan pedante!
RépondreSupprimer¡Hombre, se ha molestado (véase su comentario de las 07.44)! Lo siento, hijito mío; si firmara con su nombre no le pasarían esas cosas.
RépondreSupprimerSin pretender echar leña al fuego de la polémica, yo creo que el marinero suplantador no tendría por qué molestarse, sólo porque le hayan llamado ingenuo. Ojalá pudiera decirse lo mismo de mí.
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