6 février 2017

Dedicatorias (1)

HA encontrado uno este domingo en el Rastro de Madrid dos libros dedicados  de puño y letra de sus autores, una carta, también autógrafa, dirigida a un escritor célebre actual y tres tarjetones de otros tantos poetas, igualmente conocidos, con misivas autógrafas a ese mismo autor.

No es infrecuente encontrar  en el Rastro y en las librerías de viejo libros dedicados, incluso de épocas anteriores a la costumbre de las dedicatorias en masa e indiscriminadas, relativamente reciente. En el mercado internacional de libros viejos afinan mucho describiendo las dedicatorias, que determinan el precio del libro: “gran y extensa dedicatoria”, “dedicatoria a uno de los maestros de la literatura del siglo XIX”, “dedicatoria breve y firma de su autor”...

Después de la guerra un chamarilero del Rastro, para avalorar algunos de sus ejemplares, falsificaba de vez en cuando alguna dedicatoria en ambas direcciones, tanto de autores célebres como dirigidas a destinatarios ilustres, Franco, el general Millán Astray, Enrique Chicote y muchos más. Le descubrieron el día que dedicó un libro póstumo de Azorín al Jefe del Estado. 

Las razones por las que nos desprendemos de libros, cuadros y casi todas las cosas que nos han acompañado durante un tiempo y a las que tuvimos cierto apego, son tres, y las tres tristes: porque nos han dejado de gustar, porque necesitamos el dinero o por muerte de su propietario. Puede haber algunas otras, pero acaban remitiendo a una de esas tres, más o menos: nos desprendemos porque emprendemos un viaje y no pueden acompañarnos, por divorcios y mudanzas perentorias, y en el caso de los libros préstamos, porque se prestaron a quien no los devolvieron y acabaron en los lugares más insólitos. Hace años vi los libros de un reputadísimo historiador de la posguerra, ocho o nueve,  dedicados de una manera efusiva y tierna “a mi amantísimo hijo, en quien tantas esperanzas he puesto...” Ese hijo vivía entonces y era también un hombre respetado. Se le encogió a uno el alma viendo lo poco que somos y dónde podemos terminar, pero si algo le enseña a uno el Rastro es a no juzgar, como no ha juzgado uno tampoco esas dedicatorias a Adolfo Suárez, de las que seguiremos hablando aquí la semana que viene.

    [Publicado el 5 de febrero de 2017 en el Magazine de La Vanguardia]

8 commentaires:

  1. MEL el escritor de verdad7 février 2017 à 00:49

    Salgo de una temporada en el hospital donde casi pierdo la vida y me encuentro con que los comentaristas de siempre estaís acuñados en tablas, deberíais estar a las duras y no solo a las maduras, no OS da vervuenza traicionar a Andrés que ha soportado muchas tonterías de vuestra parte, no pensé que competía comentarios con una legión de cobardes literarios, sois unos gualtrapas y unos desagradecidos, donde esta ese Cancio ampuloso y ese Zumo de girasol, y ese listillo que reclama puntos y coad, si OS tuviera a punto OS daba de patadas en el culo por cobardes y ególatras, o es que tengo que estar yo para que digáis alguna de vuestras famosas tonterías, sois unos comentaristas de chichinabo

    RépondreSupprimer
    Réponses
    1. Hola, Mel. Me alegra mucho tu restablecimiento. Ojalá te recuperes pronto y del todo. Por lo demás, yo comento cuando creo tener algo interesante que decir. Si no, leo y callo. Un abrazo.

      Supprimer
  2. No en el Rastro, sino en una conocida librería de lance que es un filón inagotable, por los nortes de Madrid, Tetuán o por ahí, encontré hace poco un libro de un gran poeta, vivo pero no muy divulgado, con una calurosa dedicatoria a un amigo suyo. A saber por qué, el amigo destinatario (un profesor, parece) no quiso conservar el libro y éste terminó en esa especie de hospicio o asilo de abandonados. ¿Por qué se desharía de la obra? ¿Quizá no le agradó? (pero es muy buen libro), ¿quizás rompió con el amigo? A lo mejor exagero, pero a mí se me pone mal cuerpo cada vez que miro el libro en la estantería. Despecho, desagradecimiento, ingratitud, olvido, desapego y un sinfín de mezquindades posibles y supuestas se me agolpan cada vez que lo veo. Pienso sobre todo en el atento y amigable poeta, que con tanta solicitud dedicó su obra. ¿Qué pensaría si conociera cuál fue su destino? ¿Se sentiría humillado, burlado, menospreciado? ¿Amargado tal vez, en alguna medida, al experimentar la ingratitud y comprobar que su tiempo y su esfuerzo habían terminado en un contenedor de papel, o vendidos al peso? Creo que un día de estos, a poco que la primavera no dé señales, terminaré por quemar el libro. (Arrancar las páginas no es posible sin dañarlo).
    No deberia alarmarse el señor MEL. Un febrero tan hosco encoge y entumece los músculos y los ánimos.

    RépondreSupprimer
  3. gracias King, pido perdón de rodillas a todos, pasa que tengo el cromosoma Y anglosajón y desciendo de personas muy malas, aunque soy muy patriota y muy creyente en Dios, el mismo cromosoma de hombres que colaboraron con Franco , Hitler y Perón, ellos eran criminales pero yo soy muy buena persona ya que mi madre era de Burgos, y los españoles somos las mejores personas del mundo, estoy en estrés postraumatico ya que viví mi muerte y resurrección, y doy gracias al maestro Andrés, al que a veces he insultado pero que le tengo cariño ya que gracias a él soy mejor persona y me ha guiado junto a Hemeroflexia a ser un hombre sabio dentro de mis limitaciones, os quiero y deseo larga vida a todos.
    No volverá a ocurrir.

    RépondreSupprimer
  4. Las buenas personas apoyamos a Trump, insisto en guillotina para los corruptos españoles, los corruptos han llevado a muchos españoles al suicidio y Trump no ha matado a nadie, España es un país de tontos, ahí estamos todos de acuerdo supongo

    RépondreSupprimer
  5. He aquí un señor Anónimo provisto de bola de cristal visualizadora de las preferencias políticas de las buenas personas. O quizás es que ha sido elegido portavoz en alguna asamblea incógnita de buenas personas españolas.
    Lo malo de matar corruptos es que cabeza que rueda no aprende, ni escarmienta, ni se puede amonestar ni reprender, ni vituperar. Por no hablar de la drástica caída de la población que acarrearía en un sitio como España. ¿País de tontos? Más bien de listillos y espabilados.
    Yo no sé si Trump ha matado a alguien. Pero no se apresure, Anónimo. Déle tiempo.

    RépondreSupprimer
  6. Vi en facebook que ha salido un nuevo fármaco de unos laboratorios bilbaínos, se llama hostión y sirve para aliviar la tontería, yo lo hetomado y equivoqué el carro de limpieza del Gugenheim con
    una obra de arte vanguardista, y como yo muchos .

    Sinceramente no se como aún no nos hemos extinguidos, méritos hemos hecho de sobra, creo que por mucho hostión que tome seguiré siendo tonto, por lo que no descartó emprender demandas

    RépondreSupprimer